Educación pública: el arma de doble filo

Vivimos en un sistema educativo que fue creado con la revolución industrial, desde entonces la educación ha sufrido pocos cambios y, en las mismas aulas podemos verlo, esta se está quedando bastante desfasada. La falta de capacidad para motivar al alumnado deja entrever que se precisa de un cambio en el sistema educativo. Sin embargo el como debería ser la enseñanza no es el tema que pretendo tratar, me dispongo a analizar las dos caras de la moneda que es la educación pública.

La educación es un derecho básico que todos los niños/as debieran tener. Sería injusto (y lo es, porque ocurre) que por el aspecto económico algunos niños/as tuvieran acceso a una educación y otros no; esto es algo que espero que todos compartamos. Pero vayamos un poco más lejos, pues también es una injusticia que por la situación económica de su familia un niño/a reciba una educación básica (no complementaria) mejor que la de otro.

Llegamos, por tanto, a una primera conclusión. Le educación básica ha de ser pública e igual para todos; eliminando todo intento de privatizarla, es decir, estatalizando aquellas escuelas privadas que pretendan dar una educación distinta a aquellos que posean más beneficios económicos. Con esto no quiero decir que deban eliminarse las academias de formación complementaria, sino aquellas que pretendan sustituir la formación básica.

En un estado rico la estatalización de la formación complementaria podría discutirse, pero como ese no es el caso hemos de limitarnos a ofrecer una educación básica e igualitaria que no beneficie a los niños/as nacidos fortuitamente en familias adineradas.

¿Cómo se consigue esto?

Puesto que, teóricamente, el estado se ve formado por todos los ciudadanos lo más lógico es que éste sea quien la administre y subvencione mediante los impuestos.

Sin embargo, en este punto es donde se presenta la educación pública como un arma de doble filo.

Y es que el estado conlleva también un sistema político y, si miramos hacia atrás en la historia, en estos dos siglos la educación pública siempre ha sido la herramienta para perpetuar el régimen político que la administraba en ese determinado espacio de tiempo.

Repasemos la situación: La educación es un derecho de todos los niños/as, derecho que, a su vez, solo puede ser satisfecho mediante la educación pública. Pero esta a lo largo de la historia ha sido siempre un instrumento para la alienación política y, claro está, en la actualidad vemos la misma situación.

¿Cómo solucionar esto?

En algunos países, como Finlandia, los diferentes partidos políticos han ideado conjuntamente un sistema educativo y pactado no tocarlo, gobierne quien gobierne.

Pero esta medida realmente no es una buena solución, pues implica dos cosas:

  • Que la educación no va a buscar la perpetuación de un partido político y sus ideas, pero si del sistema político.
  • Que, además, ante el continuo cambio de mentalidad llegará un momento en el que la educación, al no poder ser modificada, quedará desfasada.

Como resulta obvio este humilde blogger no tiene un claro método que solucione tan intrincado problema.  Sin embargo, soy osado y me atrevo a enunciar una pequeña idea que pueda paliar el problema.

Debería crearse una educación financiada desde arriba, desde la administración estatal, pero organizada y creada desde abajo. Es decir, que no sea un grupo elitista de supuestos «expertos» que no han pisado un aula en su vida quienes decidan qué se ha de enseñar y como se ha de hacerlo. Sino que desde abajo sean los maestros, las madres y padres quienes decidan como debe ser la educación de los niños y niñas.

Educación democrática, educación por y para todos.

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