Índice
Introducción
Byung-Chul Han, filósofo surcoreano residente en Alemania, ha logrado gran repercusión en la filosofía contemporánea gracias a su diagnóstico incisivo de la sociedad digital, el rendimiento, la transparencia y las nuevas formas de control. En Sobre el poder (2016) —publicado en alemán en 2005 con el título Was ist Macht?— Han aborda de modo explícito el concepto de poder, buscando superar el “caos teórico” que —a su juicio— predomina en los enfoques existentes.
Lo que hace interesante esta obra es que Han no se conforma con sumarse a las discusiones contemporáneas del poder, sino que trata de articular una forma de poder fundamental que permita integrar distintas manifestaciones del poder (coercitivo, simbólico, relacional). En el camino, despliega una crítica a las concepciones jerárquicas clásicas, recupera aportes de Foucault, y explora lo que llama la semántica del poder: es decir, cómo el poder participa en la constitución de los sentidos que damos al mundo y a nosotros mismos.
Esta reseña procura describir esos núcleos de la propuesta de Han, mostrar sus puntos fuertes, señalar sus tensiones o dificultades interpretativas, y ofrecer una valoración crítica.
Te dejo por aquí el video-reseña que tengo sobre esta obra por si te interesa:
Crítica a las concepciones tradicionales del poder
Un punto de partida de Han es la constatación de que en filosofía y teoría política aún conviven muchas concepciones convencionales del poder: el poder visto como coerción, como jerarquía establecida, como relación causal (A manda a B) o como dominación directa. Él describe esto como un “caos teórico”: muchas formas de hablar de poder que no siempre son compatibles ni claras entre sí.
Poder coercitivo y su insuficiencia
En la tradición política, el poder coercitivo (o poder como imposición directa) suele entenderse como la capacidad de forzar o coaccionar a otro a actuar de cierta manera, incluso contra su voluntad. Es una imagen paradigmática del poder: el soberano que manda, el imperio que impone su dominio. Han acepta que esta forma aún existe, pero subraya que no explica por sí sola la estabilidad y persistencia del poder moderno.
En su mirada, el poder basado solo en la coerción es frágil: exige vigilancia, repliegue, amenaza constante, y deja un margen de antagonismo visible. No puede operar sin mediaciones ni sin la voluntad “negativa” del sometido, sino que necesita apoyarse en mecanismos que vuelvan innecesaria la imposición abierta. En ese sentido, el poder “directo” aparece como una forma residual o extrema, más que la norma estructural del poder en sociedades complejas.
Jerarquía, dominación y la idea de poder como relación causal
Otra concepción tradicional es ver el poder como jerarquía: un sujeto A domina a un sujeto B, ejerce autoridad sobre él en virtud de una estructura estable (institución, Estado, jerarquía social), y eso establece una relación permanente de subordinación. En este marco, el poder es casi una sustancia social: “A domina a B” es casi equivalente a decir “existe una relación de poder”.
Han critica esta visión también. En su exposición, aunque reconoce que las jerarquías institucionales y las estructuras de dominación son reales, insiste en que no bastan para comprender cómo el poder se reproduce, cómo se insinúa antes que se imponga, y cómo se internaliza en los sujetos. El poder no opera solo desde arriba hacia abajo, sino también horizontalmente, en relaciones cotidianas, en discursos, en formas de autorregulación y autoexigencia.
Por eso, la visión jerárquica tiende a simplificar: reduce la pluralidad del poder a una verticalidad institucional, y oculta las mediaciones simbólicas o subjetivas que hacen posible la obediencia no violenta, la normalización y la autoexplotación.
Poder causal y su limitación
El poder entendido como relación causal —“A causa que B actúe así” o “A determina B”— es una concepción más abstracta y generalizada, frecuente en la sociología o en teorías estructurales. Pero para Han esta forma tampoco resulta suficiente, porque tiende a objetivar el poder, desvincularlo de las voluntades subjetivas, y desligarlo de la historia o del lenguaje.
Para él, el poder no es simplemente un agente que actúa sobre efectos, sino que es mediado, relacional, condicionado por contextos simbólicos y semánticos. De ahí que busque superar tanto la coerción pura como la mera causalidad mediante una forma fundamental que reconozca la mediación (o Vermittlung, término que aparece en discusiones sobre poder) sin renunciar a la dimensión activa del poder.
Así, Han propone que lo que hay que buscar no es una nueva tipología de poderes, sino una forma esencial del poder que se despliegue en múltiples modos, pero que comparta un “núcleo” común.
Influencia de Foucault y el poder como relación
Para articular su propuesta, Han recurre de modo notable al legado foucaultiano (aunque no sin críticas). En efecto, uno de los ejes centrales de Sobre el poder es incorporar la perspectiva relacional: el poder no es una sustancia, no está en manos de un sujeto dominante fijo, sino que se entreteje en redes de relaciones; circula, se distribuye, se inscribe en discursos, prácticas, instituciones y subjetividades.
Poder, conocimiento y normalización
Siguiendo a Foucault, Han reconoce que el poder se manifiesta en la producción normativa de la verdad: en cómo ciertas verdades se vuelven legítimas, en cómo se construyen discursos que definen lo válido, lo deviante, lo aceptable. En ese sentido, el poder no solo coacciona, sino que constituyente del sujeto: al establecer lo “normal” condiciona la manera en que nos vemos a nosotros mismos y a los otros.
Han retoma esta idea al enfatizar que el poder moderno opera menos como imposición violenta que como mediación normativa, mediación discursiva. Así, los sujetos no solo obedecen órdenes explícitos, sino que internalizan normas, autocontrolan su conducta, actúan conforme a lo que anticipan será socialmente exigible. Esta auto-regulación aparece como elemento clave en la dominación contemporánea.
Según algunos comentaristas, Han describe el poder como una “forma móvil”, capaz de reacomodarse en distintas configuraciones relacionales.
Crítica y distancia respecto a Foucault
No obstante, Han no se limita a repetir a Foucault. Algunas diferencias y críticas pueden extraerse:
- El problema de la negatividad y la resistencia: Foucault enfatiza que el poder implica siempre posibilidades de resistencia, que no es un monolito absoluto. Han comparte esa presuposición, pero la matiza al sugerir que en la modernidad tardía la resistencia se vuelve más difícil de formular (por ejemplo, la desaparición del “no” es tema recurrente en su obra).
- El sujeto y la voluntad: Foucault a menudo evita la noción de sujeto fuerte para no devastar el carácter relacional del poder. Han, en cambio, necesita conservar cierta noción de sujeto que actúa, que afirma su propia identidad y que busca prolongarse más allá de sí. Su formulación de “ir más allá de sí” (ver abajo) exige un sujeto con capacidad de acción.
- La mediación y la intermediación: Han insiste en que el poder no actúa de forma directa, sino mediada, a través de discursos, instituciones, costumbres, simbolismos. En este sentido, adopta la noción foucaultiana de tecnicidad del poder, pero trata de otorgarle un carácter más “fundamental” o estructural.
De este modo, la dimensión relacional foucaultiana constituye un fundamento indispensable para Han, pero él la complejiza al exigir un concepto que no colapse en redes dispersas sino que reconozca una forma común de poder.
La semántica del poder: poder y constitución de sentido (influjo de Nietzsche)
Una de las aportaciones más sugerentes de Han es la idea de semántica del poder: el poder no solo determina acciones, sino que condiciona el significado de las cosas, la forma en que entendemos el mundo y nuestra propia vida. En esta concepción, el poder se convierte en un actor semántico, implicado en la constitución del sentido.
Qué quiere decir “semántica del poder”
Cuando Han habla de la semántica del poder, sostiene que el poder actúa antes del acto: moldea las categorías, las interpretaciones, las expectativas, los marcos simbólicos dentro de los cuales actuamos y pensamos. De esta manera, el poder no solo limita lo que podemos hacer, sino lo que podemos significar.
Por ejemplo, si un régimen de poder define ciertos valores como normales o virtuosos (trabajo, eficiencia, rendimiento), esto configura un horizonte semántico: quien no rinde no solo “fracasa”, sino que es significado como un sujeto perezoso, inútil, moralmente culpable. Así, el poder participa en la construcción del sentido moral, del valor social, de la identidad personal.
Este componente semántico del poder es lo que permite que la dominación sea más sutil, encubierta y eficaz: no se impone por la fuerza exteriormente, sino que anticipa discursos y sentidos a los que los sujetos responden incluso antes de que se manifieste la coerción.
Influencia nietzscheana
La noción de poder que condiciona sentido, que interpreta y reinterpreta realidades, no puede pensarse sin hacer alusión a Nietzsche, quien desplegó la idea del “voluntad de poder” (Wille zur Macht) como fuerza interpretativa, creadora de valores. En Nietzsche, el poder no solo impone, sino que crea mundos de sentido: los valores son manifestaciones de voluntades interpretantes.
Han se coloca en esta tradición, aunque modulándola: su poder no es agresivo ni heroico, sino suave, mediado, relacional. En Sobre el poder reaparece el tema del ipse-centric Macht (poder centrado en el yo) en su interpretación, donde la afirmación de sí mismo implica extenderse hacia el otro, mantener una continuidad del yo en el otro, sin dominarlo violentamente.
El poder, en esta clave, ya no es solo imposición, sino afirmación: afirmar un mundo de sentido, una forma de vida, un conjunto de valores, que otros adoptan o resignifican bajo su sombra semántica.
En consecuencia, Han articula lo que él llama ipse-power (poder centrado en el yo) como una modalidad en la que el poder no presupone que el otro sea reducido a objeto, sino que lo interpela como otro que “responde” dentro del horizonte semántico que él propone. Esta noción está mediada —ha sugerido algún crítico— por el concepto de Vermittlung (intermediación), es decir, la mediación simbólica y comunicativa que hace viable la transmisión del poder sin imposición brutal.
Efectos de la semántica del poder en la vida moderna
La implicación más inquietante es que en sociedades modernas (y posmodernas), la semántica del poder opera de modo invisible: no se trata siempre de decretos, mandatos explícitos o coerciones brutales, sino de normas simbólicas internalizadas (lo que se espera, lo que se valora, lo que resulta deseable). En ese escenario:
- Las personas actúan de acuerdo al sentido impuesto (o anticipado) sin necesidad de vigilancia externa constante.
- Se producen mecanismos de autoexplotación: obedecemos sin que alguien nos obligue.
- Es difícil formular un acto de resistencia que no sea también semántico (repropone horizontes semánticos alternativos).
- Muchos conflictos no aparecen como conflictos de fuerza directa sino como tensiones sobre significado, identidad, reconocimiento simbólico.
Así, la semántica del poder se convierte en un recurso clave para entender por qué ciertos órdenes simbólicos persisten con escasa oposición explícita.
Algunos conceptos centrales y su relación
Para entender mejor cómo funcionan los elementos que Han articula, conviene destacar algunos conceptos centrales de Sobre el poder:
“Ir más allá de sí”
Uno de los aforismos clave de Han es que el poder verdadero tiende a “ir más allá de sí”, es decir, busca perpetuarse extendiéndose en el otro sin devolverse. Al extenderse en el otro, el sujeto del poder no se agota, sino que busca prolongarse, reproducirse, reconfigurarse mediante la relación con lo otro. Esto da cuenta de que el poder no es estático, sino móvil, dinámico, autorreferente.
Este “ir más allá de sí” no implica disolución del sujeto del poder, sino una tensión entre continuidad y superación. En este sentido, el poder no se abandona, sino que se afirma extensivamente.
Con relación a la semántica: dicho movimiento de extensión ya es una operación semántica: inscribe al otro dentro de su propia visión del mundo.
Intermediación y mediaciones simbólicas
Han insiste en que el poder no se ejerce de modo puro, directo: se necesita intermediación. Esa intermediación puede ser lenguaje, costumbres, instituciones, símbolos, discursos. Este concepto es esencial porque evita que el poder se piense como un artificio platónico que domina sin instrumentos. En cambio, para Han, el poder está tejido en las mediaciones simbólicas.
La mediación es clave también para distinguir su enfoque del mero poder de hecho: no basta con la estructura o la fuerza, hace falta que el poder asuma intermediaciones que lo hagan plausible, legitimable, compartible.
Amabilidad como contrapeso o alternativa
Aunque Sobre el poder no es un tratado ético, Han introduce la idea de amabilidad (o bondad original) como algo que puede interrumpir o diluir el ímpetu del poder. La “etización del poder” aparece como una posibilidad de que el poder reconozca límites simbólicos y no monopolice el horizonte semántico. Esta noción sugiere que la apertura al otro, la moderación simbólica y la hospitalidad semántica pueden frenar un poder demasiado centrado en sí mismo.
No es que la amabilidad sea una forma rival de poder, sino un modo de desactivar su excesiva autorreferencia simbólica.
Valoración crítica y puntos de tensión
La propuesta de Han en Sobre el poder resulta estimulante y provocadora, pero no exenta de desafíos conceptuales:
Densidad hermética y aforismo
Una crítica frecuente a la obra de Han es su estilo aforístico, poca argumentación sistemática, densidad en la evocación de ideas más que en su desarrollo riguroso. En el caso de Sobre el poder, esa cualidad hermética puede dificultar la precisión conceptual en torno a algunos términos clave.
Ello puede generar ambigüedades en la distinción entre poder semántico, poder relacional o poder coercitivo, especialmente cuando Han no desarrolla plenamente los límites entre esas categorías.
Riesgo de reificación del poder esencial
Aunque la búsqueda de una forma fundamental de poder tiene mérito, algunos críticos advierten que podría reintroducir un modelo “sustancialista” del poder, al convertir esa forma en un concepto casi platónico que abstrae las diferencias históricas y contextuales. En ese sentido, la mediación simbólica y la relación se verían comprometidas si el núcleo pretendido se impone como algo demasiado rígido.
¿Desaparece el conflicto?
La lectura fuerte de Han podría sugerir que el poder semántico es tan penetrante que la resistencia se vuelve extremadamente difícil. ¿Dónde quedan las posibilidades de resquebrajar simbologías dominantes? ¿Cómo articular sujetos de resistencia dentro de la semántica del poder cuando esta ya condiciona los horizontes interpretativos? Algunos críticos han reclamado que Han no desarrolla suficientemente la dimensión conflictiva del poder ni el rol de la disidencia simbólica explícita. (publicaciones.sociales.uba.ar)
El problema del sujeto y la agencia
La formulación del sujeto del poder como centrado (ipse-power) supone que el poder necesita un centro activo que proyecte su sentido hacia afuera. Pero esto puede entrar en tensión con la idea de que el poder operativo es disperso, descentralizado, múltiple. ¿Hasta qué punto esta noción de sujeto no recurre a una figura demasiado fuerte que encubre el carácter relacional que Han proclama? Hay un riesgo de que la propuesta devenga demasiado idealista en su imagen del sujeto del poder.
Además, la relación entre poder y resistencia podría volverse asimétrica si el sujeto de poder sigue siendo el actor central y la resistencia queda relegada a modos simbólicos indirectos.
Conclusión
Sobre el poder de Byung-Chul Han constituye una contribución original y estimulante al debate contemporáneo sobre el poder. Al poner en tensión las concepciones tradicionales de poder coercitivo, jerárquico y causal, Han fuerza una reflexión más sofisticada y simbólica: el poder como relación, mediación y producción de sentido. Su noción de semántica del poder es especialmente útil para entender la hegemonía simbólica en sociedades modernas saturadas de discursos, normas y representaciones.
Si bien el estilo aforístico resta precisión en algunos momentos y la reconstrucción de una forma fundamental de poder puede parecer arriesgada, la propuesta ofrece una lente fructífera para repensar el poder no solo en términos de fuerza sino de sentido. En un mundo donde los conflictos simbólicos ganan terreno frente a las confrontaciones puramente violentas, la semántica del poder revela que muchas luchas son en realidad luchas por sentido —por quién define el horizonte simbólico.
Finalmente, esta reseña invita al lector a utilizar a Han como estímulo más que como dogma: su enfoque puede abrir preguntas poderosas, especialmente en los estudios sobre poder simbólico, tecnologías digitales, inteligencias artificiales, discursos de legitimidad y conflictos simbólicos contemporáneos.

















