El aroma del tiempo - Byung-Chul Han

El aroma del tiempo, de Byung-Chul Han

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Introducción: ¿por qué ya no tenemos tiempo?

En El aroma del tiempo: un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, Byung-Chul Han diagnostica una transformación profunda en nuestra experiencia del tiempo. No se trata simplemente de que “vivamos más rápido”, sino de que hemos perdido la capacidad de configurar una narrativa temporal coherente, lo que tiene consecuencias existenciales, culturales y políticas.

A través de una mirada filosófica que entrelaza a Nietzsche, Heidegger y la sociología contemporánea, Han intenta responder a una pregunta inquietante: ¿qué hemos hecho con el tiempo? En lugar de encontrar un tempo interno que dé sentido a nuestra vida, vivimos atrapados en una temporalidad dispersa y atomizada, marcada por la aceleración, la multitarea y la ansiedad por la productividad.

Por aquí le dejo la reseña en formato video que he hecho de esta obra:

Evolución de las concepciones del tiempo: del mito a la fragmentación

Para comprender el diagnóstico de Han en su profundidad, es necesario insertarlo en una genealogía de las concepciones del tiempo que han configurado la experiencia humana a lo largo de la historia.

En las culturas tradicionales y mitológicas, el tiempo se concebía como cíclico. Los ciclos naturales, agrícolas y astronómicos daban lugar a una experiencia temporal repetitiva y ritualizada. No había progreso ni finalidad histórica: el tiempo se repetía con la regularidad de las estaciones o las fases lunares. Este tiempo mítico-cíclico se vivía como eterno retorno, una estructura que otorgaba sentido y estabilidad al mundo.

Con la irrupción de las religiones monoteístas, particularmente el cristianismo, se impuso una nueva concepción: el tiempo lineal escatológico. La historia ya no era repetición, sino que tenía un principio (la creación), un punto culminante (la redención) y un final (el juicio). Esta concepción introdujo una dirección y una tensión en la experiencia temporal: se vivía hacia el fin, hacia una promesa de plenitud futura. El tiempo era dramático y cargado de sentido, orientado hacia la salvación.

La modernidad secularizó esa estructura lineal, transformándola en una fe en el progreso: el tiempo se volvió lineal-progresista. Inspirado en el racionalismo ilustrado, el historicismo hegeliano y el positivismo científico, el tiempo se convirtió en una flecha ascendente hacia el desarrollo, la emancipación, el conocimiento y la mejora material. Esta narrativa dio legitimidad a los grandes relatos modernos: revolución, evolución, técnica, democracia.

Finalmente, en la posmodernidad —el contexto que Han analiza— esa confianza se quiebra. El tiempo pierde su linealidad, su finalidad y su ritmo. Entramos en una era de tiempo fragmentado, dominada por la simultaneidad, la aceleración y la pérdida de profundidad. Ya no hay horizonte de sentido, sino una proliferación de presentes discontinuos, cada uno demandando atención inmediata sin conexión con un pasado ni proyección hacia un futuro. Esta fragmentación temporal es tanto producto como causa del agotamiento subjetivo y colectivo que Han describe.

El problema central: la aceleración del tiempo moderno

El diagnóstico de Han parte de la tesis de Hartmut Rosa sobre la «aceleración social»: la sociedad moderna se mueve tan rápido que se produce una “páralisis por aceleración”, en la que, paradójicamente, cuanto más corremos, menos logramos.

Han traduce esta tesis a una clave filosófica más profunda: la pérdida de un tiempo pleno, cualitativo y significativo, que permita el reposo, la contemplación, el rito y la espera. Lo que se ha roto no es simplemente el reloj, sino la estructura simbólica del tiempo. Hemos dejado de vivir el tiempo como “kairos” (el momento oportuno) para vivirlo como una sucesión interminable de instantes desarticulados.

“El tiempo no está simplemente acelerado, está fuera de quicio.” — Han

Esta frase resume la crítica central: no se trata solo de rapidez, sino de desorientación. Lo que Han llama el aroma del tiempo es precisamente ese carácter perfumado, lento, cualitativo del tiempo que hemos perdido: un tiempo con sentido.

Tiempo y tecnología: ¿el smartphone como símbolo de la dispersión?

Uno de los puntos más potentes del texto es la relación entre tecnología y experiencia temporal. Aunque Han no desarrolla un análisis técnico, es fácil trasladar sus conceptos al mundo digital.

Las redes sociales, las notificaciones constantes, el ciclo ininterrumpido de novedades e imágenes nos condenan a una experiencia puntual y fragmentaria del tiempo. En lugar de proyectarnos hacia el futuro con una narrativa vital, vivimos en un eterno presente de estímulos, incapaces de consolidar una identidad o un proyecto.

Esta crítica resuena con obras como La sociedad del cansancio y La agonía del Eros, donde Han señala cómo el exceso de positividad y rendimiento erosiona el sentido y el deseo. No se trata de que el tiempo se haya acelerado, sino de que ha perdido su aroma, su densidad, su capacidad de dar forma a la vida.

Un filósofo olvidado: Georges Poulet y la conciencia del tiempo

Para enriquecer el análisis, es útil conectar a Han con un pensador menos conocido: Georges Poulet, filósofo y crítico literario belga, cuya obra gira en torno a la conciencia del tiempo en la literatura.

En su ensayo La conciencia crítica, Poulet desarrolla la idea de que toda escritura revela una cierta “forma de conciencia” y, especialmente, una cierta estructura del tiempo. Para Poulet, el tiempo no es un fondo neutro, sino una forma de presencia del mundo en la mente del sujeto.

Si comparamos a Han con Poulet, podemos entender que la aceleración moderna no es solo un fenómeno externo, sino una transformación radical de nuestra conciencia. Ya no vivimos dentro del tiempo, sino bajo la presión del tiempo. Mientras Poulet estudia cómo los autores se sumergen en estructuras temporales distintas (Proust, Pascal, Flaubert), Han señala cómo el sujeto contemporáneo pierde esa capacidad de habitar un tiempo interno.

Ambos coinciden en que la pérdida del tiempo como experiencia interiorizada es una forma de empobrecimiento espiritual.

Crítica de la pérdida del rito

Una de las aportaciones más originales del libro es la noción de tiempo ritual como forma de resistencia.

Para Han, los ritos eran dispositivos que estructuraban el tiempo y lo dotaban de sentido. El calendario religioso, las celebraciones, los ciclos agrícolas o festivos eran formas de ritualizar el tiempo, de insertarlo en una narrativa trascendente. Hoy, en cambio, vivimos en un tiempo “liso”, sin pliegues ni pausas, donde todo es igual: lunes, sábado o Navidad tienen el mismo valor comercial.

“Donde no hay rito, hay repetición vacía.” — Han

El neoliberalismo y la lógica del consumo han sustituido el tiempo cualitativo del rito por la repetición cuantitativa del evento. En lugar de vivir el Adviento, tenemos “Black Friday”; en lugar de una Pascua, tenemos rebajas. El resultado es una existencia que carece de hitos existenciales auténticos.

La “cura” de Han: demorarse

En contraste con la aceleración, Han propone la demora. No como pasividad, sino como forma de recuperar una relación auténtica con el tiempo.

Demorarse significa abrirse al presente como presencia significativa, no como estímulo. Significa detenerse, contemplar, cuidar, volver a los ritos, a las repeticiones con sentido. Frente a la hipertrofia del hacer, la demora se presenta como una forma de resistencia estética y ética.

Esta propuesta no es escapista: es profundamente política. En un mundo dominado por la productividad, hacer menos puede ser un acto de rebeldía. Como diría Heidegger, habitar el mundo requiere tiempo, y no cualquier tiempo: uno que se deje oler, como un perfume antiguo.

Impacto actual: ¿es posible volver a oler el tiempo?

En plena era del burnout, del contenido efímero y del algoritmo, la obra de Han resuena con fuerza. Aunque su estilo aforístico ha sido criticado por algunos por falta de profundidad sistemática, no puede negarse su capacidad de diagnóstico certero.

La filosofía de Han no es nostálgica: es crítica. No pide volver al pasado, sino recuperar formas de vida que den sentido al presente. En un mundo que mide el éxito por la velocidad de respuesta o la viralidad de un contenido, El aroma del tiempo nos recuerda que el tiempo también puede ser una forma de resistencia y cuidado.