Comentario de texto Hume resuelto

El emotivismo moral de David Hume

Introducción

David Hume es una de las figuras más influyentes de la filosofía moderna, especialmente en el desarrollo del empirismo y el escepticismo. Su enfoque sobre las ciencias morales supuso un giro radical en la comprensión de la ética y la naturaleza humana. A diferencia de la tradición racionalista, que buscaba fundamentos universales para la moralidad, Hume planteó que la ética tiene un origen en las emociones y en la experiencia humana. En este artículo, exploraremos el contexto histórico de su pensamiento, su relación con el empirismo, su proyecto filosófico y su naturalismo moral, así como su impacto en la filosofía contemporánea.

Contextualización histórica

La filosofía de Hume surge en el siglo XVIII, en plena Ilustración escocesa, un periodo caracterizado por el auge del empirismo y la confianza en la razón como herramienta para el progreso del conocimiento. Influenciado por Locke y Berkeley, Hume desarrolló una teoría del conocimiento basada en la experiencia y en la percepción sensorial. En este contexto, su filosofía moral se aparta de los enfoques racionalistas de Descartes o Leibniz y se centra en la observación de los sentimientos humanos como base de la ética.

El empirismo de Hume y su impacto en la filosofía moral

Hume sostiene que todo conocimiento proviene de la experiencia y que nuestras ideas son copias debilitadas de nuestras impresiones sensoriales. Este principio fundamental del empirismo también se aplica a la moral. Para él, la distinción entre el bien y el mal no se fundamenta en la razón, sino en nuestras emociones y en la aprobación o desaprobación que sentimos hacia ciertas acciones. Así, su plan filosófico busca renovar las ciencias morales basándose en el estudio empírico del comportamiento humano y sus pasiones.

Naturalismo moral en Hume

El naturalismo moral de Hume implica que la moralidad está arraigada en la naturaleza humana y no en principios racionales abstractos. En su «Tratado de la naturaleza humana», explica que los juicios morales emergen de un sentimiento de simpatía hacia los demás, lo que lleva a la formación de normas sociales y morales. Su rechazo al «deber ser» derivado del «ser» (lo que posteriormente Moore denominaría la falacia naturalista) ha sido uno de los puntos más debatidos de su pensamiento. Hume argumenta que no es posible derivar juicios normativos a partir de hechos descriptivos, es decir, que no podemos justificar lo que debería ser simplemente observando lo que es. Moore retomaría esta idea en el siglo XX, criticando cualquier intento de definir lo bueno en términos naturales o empíricos, reforzando así la separación entre hechos y valores en el debate filosófico sobre la objetividad moral.

La primacía de las pasiones sobre la razón

Hume defiende que la razón es y debe ser esclava de las pasiones, ya que esta no tiene la capacidad de motivar la acción por sí misma. En su visión, la razón solo puede identificar relaciones lógicas entre ideas o establecer conexiones causales entre hechos, pero no puede determinar lo que debe hacerse. La razón no es capaz en Hume de aportar un conocimiento moral que fundamente u origine la acción moral. La verdadera fuente de la acción moral reside en las pasiones, que nos inclinan a actuar según lo que sentimos como bueno o malo. De este modo, la moralidad no es una cuestión de verdades racionales, sino de respuestas emocionales que guían nuestra conducta.

Hume también enfatiza que la moralidad depende en gran medida de los sentimientos humanos, como la simpatía y la aversión, que impulsan nuestras decisiones morales. Así, mientras que la razón puede informarnos sobre los efectos de nuestras acciones, solo las emociones pueden movernos a actuar. Esta concepción desafía la idea de una moralidad basada en principios universales y refuerza la idea de que los valores morales son producto de la naturaleza humana y la interacción social.

La idea de que la razón no puede establecer principios morales universales influenció a pensadores posteriores, especialmente a G.E. Moore, quien denominó este problema la «falacia naturalista». Moore argumentó que cualquier intento de definir lo bueno en términos de hechos naturales incurría en un error categorial, ya que lo moral no puede reducirse a una propiedad empírica. Esta crítica, aunque dirigida a otras formas de naturalismo ético, muestra la vigencia de la distinción humeana entre hechos y valores en la filosofía contemporánea.

La moral como producto de la sociedad

Para Hume, la moralidad no es innata ni impuesta por la razón, sino que se desarrolla en la interacción social. Las costumbres y tradiciones juegan un papel crucial en la formación de normas morales, lo que convierte a la ética en un fenómeno dinámico y relativo a cada sociedad. Esta concepción anticipa enfoques modernos como el pragmatismo y la ética evolutiva.

El papel que tiene la sociedad y la educación, junto a la importancia que le concede Hume a la simpatía como emoción moral, dan espacio a que en el pensamiento de Hume sean concebibles las acciones desinteresadas. Por otro lado, este desinterés no garantiza en modo alguno el universalismo moral. Al desconectar el conocimiento moral de la razón y basarlo en la experiencia subjetiva de carácter emocional, Hume cultiva un cierto relativismo moral que será criticado posteriormente por Kant, por ejemplo.

Crítica y legado

El escepticismo moral de Hume ha sido objeto de crítica y también de influencia en la filosofía contemporánea. Figuras como Kant trataron de refutar su postura, defendiendo una ética basada en la razón. Sin embargo, corrientes como el emotivismo y el utilitarismo han encontrado en Hume un precursor de la idea de que la moralidad está intrínsecamente ligada a nuestras emociones y experiencias.

Conclusión

La filosofía moral de Hume sigue siendo relevante en los debates actuales sobre la naturaleza de la ética y el papel de las emociones en nuestras decisiones morales. Su enfoque empírico ha influido en la psicología moral y en la neurociencia contemporánea, que continúan explorando la base biológica de la ética. En un panorama filosófico cada vez más inclinado hacia el naturalismo y el enfoque científico del comportamiento humano, la visión de Hume sigue ofreciendo una perspectiva válida y desafiante sobre la moralidad humana.

Su impacto también se deja sentir en el pensamiento kantiano, ya que Kant, al enfrentarse al escepticismo humeano, desarrolla una ética basada en la razón pura. Mientras que Hume argumenta que la moralidad surge de las pasiones y la experiencia, Kant busca un fundamento universal en la razón práctica, formulando el imperativo categórico como principio moral objetivo. Así, la crítica de Hume a la razón como fuente de conocimiento moral es un punto clave que Kant intenta refutar, dando lugar a una de las discusiones más influyentes en la historia de la ética.

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