Si observamos la sociedad que nos envuelve nos damos cuenta que existe una gran variedad de ideas en lo que a los temas éticos se refiere. Esta pluralidad de ideas conlleva que no se llegue a un acuerdo en temas éticos como son el aborto, la eutanasia, la experimentación con células madre, etc…
Este desacuerdo tiene como consecuencia que en el ámbito legal se implanten unas ideas u otras y que dicha legalidad se vea en constante cambio.
El problema reside en que no podemos querer imponer nuestra opinión, ya que el ser humano es imperfecto y no podemos estar totalmente seguros de tener la razón; pero que, por otro lado, tampoco podemos optar por una posición relativista, pues esto empujaría hacia la inactividad en temas que exigen posicionarse en algún lado, y que además, aunque nosotros no podamos asegurar cuál, una de las posiciones es la correcta.
¿Pero qué posición tomar? Todos tenemos una posición determinada sobre el aborto (por ejemplo), sin embargo si escuchas los argumentos de la posición contraria, estos, a priori, parecen tan razonables como los tuyos. Pero lo grave y chocante llega cuando analizas las dos posiciones y caes en la cuenta de que una de las posiciones se basa en una afirmación y la otra posición parte de una afirmación totalmente contraria a la anterior. De tal forma que las dos ideas tienen como base dos creencias (de mera doxa se trata) que se contradicen.
Esto se explica con el emotivismo. El emotivismo afirma que todo juicio ético tiene una argumentación disfrazada de tal forma que parece racional pero que, sin embargo, no es más que el fruto de un sentimiento. Es decir, que los juicios de valor y los juicios morales no son más que emociones altamente subjetivas.
Llegado a este punto en el que fundamentamos la pluralidad de ideas con una subjetividad emocional hay que optar por la idea o posición que más objetiva sea. Para ello resulta intrínsicamente necesario utilizar un método para elegirla, pues no debemos correr el riesgo de caer en el emotivismo otra vez.
¿Pero, qué procedimiento usar?
Empecemos dejando claro que habrá de dejar de lado la fe, puesto que esta es producto de una creencia que, aunque es totalmente respetable, no se puede demostrar. Un método que puede ser el adecuado es el filosófico, pero analizando las discusiones de diversos filósofos te das cuenta de que en última instancia este procedimiento también se acaba basando en emociones que después se van completando con razonamientos lógicos, por ello queda descartado.
El método correcto debe ser uno que se base en hechos, ya que los hechos son algo de lo que no se puede dudar. El procedimiento que se basa en ellos es el conocido como método hipotético-deductivo. Este consiste en formular una hipótesis, una vez formulada se procede a comprobarla con los datos; si los datos coinciden con la hipótesis esta última queda comprobada y se convierte en teoría y si los hechos no la demuestran se procede a formular una nueva hipótesis.
Casualmente es la ciencia aquello que usa este método y por consiguiente, dado que todas las posiciones a los problemas éticos parten de una base emocional, para actuar desde la posición más objetiva hemos de situarnos en aquella que se vea defendida por la ciencia.