Madurez

Se conoce por madurez a ese paso en el que se abandonan las actitudes infantiles en por de un carácter más serio y racional.

Socialmente la madurez de la persona es un elemento muy importante, puesto que un carácter infantil es, para muchos, sinónimo de una forma de ser no deseable. Sin embargo, para conseguir una vida buena me parece menos importante la vida madura que la vida feliz, que persiga y luche por un objetivo y que sea bondadosa con los demás, sin hacer ni desear mal a nadie.

Estos tres puntos que he mencionado para la vida buena perfectamente pueden llevarse a cabo desde un carácter infantil, luego esa importancia que se le da al paso que nos convierte en adultos tal vez sea infundada.

Pero vayamos un poco más lejos, pues no llego a comprender el porqué de que si lo infantil es sinónimo de lo inocente esto pueda ser algo malo. Tal vez mi capacidad de reflexión sea limitada, pero de mi raciocinio se escapa que lo infantil no pueda ser positivo cuando resulta ser lo verdaderamente pasional.

Siendo el carácter infantil, sin ser adulterado, un carácter bondadoso, falto de maldad, incapaz de acometer acciones maquiavélicas o de manipular a su antojo no comparto que la madurez deba ser tan importante. Cabe destacar que esa «picardía» que se hace patente en muchos niños no es más que el fruto de una adulteración de su carácter.

Aunque claro, tal vez el cuestionarse la importancia de la madurez sea de por si una actitud madura. Tal vez no sea más que una forma de expresar ese deseo de olvidar un carácter tan racional para volver a ser pasional. Quizás el cuestionarse la madurez quiere decir que se es maduro y que se quiere dejar de serlo.

Pero es un paso sin vuelta atrás, la inocencia no se recupera una vez olvidada. Por ello nunca debemos dejar de tener un poco de niños, porque en cuanto dejemos de serlo lo olvidamos para siempre. Además, el periodo infantil, al ser previo al adulto, es el que condiciona como será tu personalidad de adulto; olvidando esa parte infantil que todos tenemos dentro perdemos nuestra capacidad de cambiar, anclándonos en una permanencia ideológica que acaba derivándose en la incapacidad de adaptarse a los nuevos pensamiento que van surgiendo, lo que a su vez trae como consecuencia el estar condenados a ser dueños de un pensamiento retrógrado.

Por eso yo os animo a embarcaros en una juventud eterna, pues esta no depende de la edad sino de la mentalidad.

Firmado: el niño que todos llevamos dentro.

Recent Posts