Más allá de la «sustancia»: Nietzsche, Ortega y Heidegger frente a la metafísica clásica

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Introducción

La filosofía occidental ha estado marcada desde sus inicios por una preocupación esencial: el ser. Desde Parménides y Aristóteles hasta Descartes y Kant, la búsqueda de un principio fundamental y estable ha cristalizado en el concepto de «sustancia». Esta idea, que hunde sus raíces en la metafísica griega y especialmente en la tradición eleática —como señala Ortega y Gasset al referirse al «eleatismo»—, se convierte en una constante de la historia de la filosofía.

Sin embargo, en la modernidad tardía y el siglo XX, tres pensadores se alzan para desafiar esta herencia metafísica: Friedrich Nietzsche, José Ortega y Gasset y Martin Heidegger. Cada uno, desde su propia perspectiva, denuncia el concepto de sustancia como un obstáculo para comprender la realidad en su devenir, su historicidad o su apertura ontológica. Para los tres, la idea de sustancia es incompatible con una visión del ser humano que incorpore su realidad histórica, concreta y cambiante. En este artículo analizamos cómo estos tres autores desmantelan la idea de sustancia y proponen nuevas formas de pensar el ser.


Nietzsche: la crítica genealógica a la sustancialidad

Friedrich Nietzsche considera que la filosofía ha cometido un error fundamental al hipostasiar la realidad. En su obra Más allá del bien y del mal y especialmente en La voluntad de poder, Nietzsche sostiene que conceptos como «sujeto», «esencia» o «sustancia» no son más que ficciones lingüísticas.

«El sujeto no es algo dado, sino algo introducido por nosotros detrás del pensamiento como su causa» (La voluntad de poder).

Para Nietzsche, el lenguaje ha jugado un papel clave en esta confusión. Al estructurar la realidad mediante sustantivos, damos por hecho que hay «cosas» que existen por sí mismas, inmutables y auténticas. Esta tendencia no es exclusiva del lenguaje, sino que refleja una inclinación profunda de la metafísica: la búsqueda de la unidad tras la pluralidad, del ser estable tras el cambio. Como señala Nietzsche, «la metafísica se basa en la gramática» (Crepúsculo de los ídolos), sugiriendo que las categorías fundamentales del pensamiento han sido condicionadas por estructuras lingüísticas que favorecen la fijeza sobre el devenir. Pero en realidad, todo es devenir, flujo, interpretación. La idea de sustancia es una petrificación del movimiento: un intento de fijar lo que es esencialmente móvil.

El concepto de «voluntad de poder» sustituye aquí a la sustancia: no hay entidades estables sino fuerzas en lucha, interpretaciones en conflicto. Esto desestabiliza la metafísica tradicional y plantea una nueva ontología de la interpretación.


Ortega y Gasset: la vida y la circunstancia como superación del esencialismo

José Ortega y Gasset parte de un análisis de la vida humana que lo lleva a rechazar también la concepción clásica de sustancia. En El tema de nuestro tiempo y La rebelión de las masas, Ortega denuncia que la filosofía ha abstraído al sujeto del mundo, concibiéndolo como una entidad aislada.

Su conocida fórmula:

«Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo»

expresa la radicalidad de su postura. Para Ortega, el ser humano no es una sustancia fija, sino un proyecto, una historia en marcha. La vida no es algo que se tiene, sino algo que se hace: es elección, decisión, posibilidad.

En este contexto, el concepto de sustancia queda obsoleto porque no capta el carácter dinámico, histórico y práctico de la existencia humana. Frente a la sustancia, Ortega propone la categoría de «vida» como realidad radical, en la que se integran tanto el yo como el mundo. Esta propuesta tiene profundas resonancias con las críticas contemporáneas al esencialismo y abre la puerta a una filosofía de la existencia que trasciende la metafísica clásica.


Heidegger: el ser como tiempo y apertura

Martin Heidegger lleva la crítica a la sustancia al ámbito propiamente ontológico. En Ser y tiempo, su obra fundamental, denuncia lo que llama el «olvido del ser», es decir, la tendencia de la filosofía a fijarse en los entes sin interrogar el sentido mismo del ser. Uno de los pilares de ese olvido ha sido precisamente la idea de sustancia.

Desde Aristóteles, la metafísica ha identificado el ser con la presencia: lo que «es» es aquello que permanece idéntico a sí mismo. Heidegger rompe con esta concepción sustancialista e introduce la idea del ser como apertura, como «claro del ser» (Lichtung). El ser no es una cosa, ni una esencia permanente, sino una condición de posibilidad, una forma de manifestación temporal y situada.

En lugar de hablar del sujeto como sustancia pensante (res cogitans), Heidegger habla del Dasein: el ser-ahí, el ente que se pregunta por el ser. El Dasein es inseparable del mundo, del tiempo y de la muerte. Su ser es ser-en-el-mundo, ser-con-otros, ser-para-la-muerte. Pero sobre todo, el Dasein es proyecto: un ser que no está cerrado sobre sí mismo, sino que siempre se encuentra arrojado hacia el futuro, hacia posibilidades que él mismo debe asumir. Esa proyección existencial es inseparable de la apertura, pues solo en tanto abierto al mundo, al tiempo y a su propia finitud, el Dasein puede comprender su ser. La apertura no es entonces una propiedad añadida, sino la estructura misma que hace posible la existencia como comprensión y anticipación de sí. En el proyecto, el Dasein se revela como un ser que se elige a partir de sus posibilidades, no como una sustancia que se conserva idéntica en el tiempo.

«El ser del Dasein es tiempo» (Ser y tiempo).

De este modo, Heidegger no solo critica la idea de sustancia, sino que la sustituye por una ontología del tiempo y la apertura que permite repensar toda la tradición filosófica desde sus cimientos.


Conexiones, diferencias y consecuencias

Aunque distintos en sus enfoques, Nietzsche, Ortega y Heidegger coinciden en que el concepto de sustancia es un legado problemático de la metafísica clásica. Todos ellos buscan formas de pensar que hagan justicia a la movilidad, la temporalidad y la historicidad de la existencia.

Nietzsche lo hace desde una perspectiva vitalista y hermenéutica, Ortega desde una filosofía de la vida y Heidegger desde una renovación radical de la ontología. En conjunto, sus críticas permiten superar una concepción estática del ser y abren el camino a nuevas filosofías de la existencia, el lenguaje, la historia y la temporalidad.

Estas ideas han influido profundamente en corrientes como el existencialismo, la hermenéutica contemporánea y el posmodernismo filosófico. Asimismo, su crítica al concepto de sustancia puede vincularse con otras críticas contemporáneas al esencialismo, como las realizadas por el pensamiento feminista o la teoría queer [aqui puedes insertar el enlace a la entrada sobre esencialismo y género].


Conclusión

La crítica al concepto de sustancia realizada por Nietzsche, Ortega y Gasset y Heidegger no es un simple rechazo terminológico, sino una transformación profunda en la manera de pensar la realidad. Estos pensadores nos invitan a abandonar las seguridades estáticas de la metafísica tradicional y a abrirnos a una comprensión más dinámica, temporal y situada del ser. Su pensamiento sigue siendo clave para repensar los fundamentos de la filosofía contemporánea.

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