El lenguaje y el pensamiento están, en el ser humano, estrechamente relacionados.
A diferencia de los animales, nuestra mente no es ocupada primordialmente por imágenes o sonidos; más bien la verdadera protagonista es la palabra. Pensamos en proposiciones con una estructura sintáctica determinada, más o menos compleja.
Hasta cuando calculamos o pensamos en ecuaciones matemáticas es la palabra la protagonista del pensamiento, pues no nos imaginamos en un cálculo el concepto abstracto del número cinco o de la suma, sino que mediante la palabra pensamos en ese número o cálculo.
Pongamos un ejemplo: cuando calculas mentalmente la raiz cuadrada de nueve, los conceptos de raiz cuadrada o de nueve no son los que aparecen en tu mente, sino aquellas palabras que designan a esos conceptos.
La palabra es realmente un símbolo verbal del concepto abstracto que sin dicho símbolo no puede ser concebido. La mente sin el símbolo lingüístico no puede albergar al simbolizante y de aquí nace la importancia del lenguaje.
Los límites de nuestro pensamiento son los límites de nuestro lenguaje.
Por este hecho es tan importante aprender a hablar bien. No quiero decir con esto que siempre se deba utilizar un registro culto (a cada situación le corresponde uno). Pero si que quiere decir que si dominamos un lenguaje con una correcta sintaxis nuestros pensamientos estarán mucho más ordenados, siguiendo una lógica y un sentido que sin dicha sintaxis no tendrían. De ahí nace el hecho de que muchas personas no sean capaces de hacer buenas reflexiones lógicas , ¿Cómo van a saber hacerlo si no son capaces de formular bien una oración?
Pero es más, un léxico extenso amplía los conceptos sobre los cuales se puede reflexionar. ¿O acaso se puede reflexionar sobre un concepto u objeto que no es simbolizado por ninguna palabra? Por supuesto que no, para hacerlo deberíamos atribuirle una descripción a dicho concepto mediante una proposición para referirnos a el. Pero ahí está, la palabra.
Podríamos pensar sobre el «minotauro» (por ejemplo) sin dicha palabra si lo definiésemos como «el ser mitad hombre, mitad toro», pero esta proposición sigue teniendo palabras. Ergo, cuanto más extenso sea nuestro vocabulario sobre más conceptos y más concreciones podremos pensar.
A nuestro mundo le corta las alas nuestro lenguaje, aprendamos a hablar y dejémoslo volar.