Índice
Introducción
En esta unidad vamos a estudiar dos de las ideas más influyentes y debatidas de la historia de la filosofía: la inmortalidad del alma y la existencia de un mundo trascendente. A lo largo del tiempo, muchos filósofos han defendido que existe una realidad más allá de lo que vemos y sentimos, una realidad verdadera que da sentido a lo aparente. También han sostenido que el alma humana es algo distinto del cuerpo, y que puede existir más allá de la muerte. Pero estas ideas no han estado exentas de crítica. En esta situación de aprendizaje analizaremos tanto las grandes construcciones metafísicas como las objeciones que se les han planteado, para finalmente llegar a Nietzsche y su famosa frase: “cómo el mundo verdadero acabó convirtiéndose en fábula”.
La inmortalidad del alma en la metafísica tradicional
Platón
Defiende una visión dualista del ser humano, según la cual el alma y el cuerpo son sustancias distintas. El alma es inmortal, existe antes del nacimiento y sobrevive a la muerte del cuerpo. Su verdadero lugar no está en el mundo sensible, sino en el mundo de las Ideas. Conocer es recordar lo que el alma ya sabía antes de encarnarse (teoría de la anamnesis). Para Platón, el cuerpo es una cárcel del alma y la filosofía es una preparación para liberarla mediante el conocimiento y la purificación.
Aristóteles
Rechaza el dualismo radical de Platón y propone una concepción hilemórfica del ser humano: el alma es la forma del cuerpo, su principio vital. Cada ser vivo tiene un alma que corresponde a su nivel de desarrollo: alma vegetativa (plantas), sensitiva (animales), racional (ser humano). El alma racional permite el pensamiento abstracto y es, según algunos pasajes ambiguos, inmortal en cierta medida. No obstante, la relación entre alma y cuerpo es siempre estrecha y natural.
Escolástica
En la Edad Media, pensadores cristianos como Tomás de Aquino retoman las ideas aristotélicas y las integran en una visión teológica. El alma humana es individual, creada directamente por Dios e inmortal. Aunque está unida naturalmente al cuerpo, puede existir separada tras la muerte, en espera de la resurrección. La filosofía y la teología coinciden en afirmar que el alma trasciende la vida física y está orientada hacia un fin último sobrenatural.
Descartes
En la Edad Moderna, Descartes renueva el dualismo desde una perspectiva racionalista. El alma es una sustancia pensante (res cogitans), distinta de la sustancia corporal (res extensa). La famosa afirmación “pienso, luego existo” (cogito ergo sum) prueba la existencia del alma como fundamento del conocimiento. Esta sustancia pensante es consciente, indivisible e inmortal, y su existencia no depende del cuerpo. La unión entre cuerpo y alma plantea problemas, pero Descartes la sitúa en la glándula pineal.
La existencia de un mundo trascendente o verdadero
Platón
Postula la existencia de un mundo inteligible (el de las Ideas) que es eterno, inmutable y verdadero, frente al mundo sensible, que es cambiante y engañoso. Las Ideas son realidades perfectas, mientras que las cosas que percibimos con los sentidos son solo copias imperfectas de esas Ideas. La verdadera realidad no se capta por los sentidos, sino por la razón, que permite al alma recordar su conocimiento previo y elevarse hacia la verdad.
Filosofía medieval
Durante la Edad Media, muchos filósofos cristianos, judíos y musulmanes desarrollaron una metafísica influida por Platón y Aristóteles, en la que el mundo sensible era considerado inferior o subordinado a una realidad trascendente. Esta realidad trascendente se identificaba con Dios, que es el ser supremo, eterno, necesario y fuente de toda verdad. Tomás de Aquino, por ejemplo, afirmaba que todo lo que existe participa del ser divino, y que sólo en Dios se encuentra el fundamento último del conocimiento y del orden del mundo. Para estos pensadores, el mundo visible es finito y contingente, mientras que el mundo trascendente representa la plenitud del ser y la verdad absoluta.
Kant
Reformula la metafísica en el contexto de la filosofía moderna. Distingue entre el mundo fenoménico (lo que podemos conocer a través de la experiencia) y el noúmeno (la “cosa en sí”, que existe pero está más allá de nuestro conocimiento). Según Kant, no podemos saber cómo es la realidad en sí misma, solo cómo se nos aparece mediante nuestras estructuras cognitivas. De este modo, pone un límite al conocimiento metafísico, sin negarlo por completo.
Críticas a la metafísica tradicional
Hume
Representante del empirismo radical, sostiene que todo conocimiento debe basarse en impresiones sensibles. Cuestiona las ideas de alma, sustancia y causalidad, porque no se derivan de la experiencia inmediata. Según Hume, si una idea no se puede rastrear hasta una impresión sensible, debe ser desechada como ilusión o fantasía. La metafísica, tal como la entendían los racionalistas, carece de sentido empírico y debe abandonarse.
Positivismo (Comte)
Auguste Comte propone una filosofía basada exclusivamente en los hechos observables. Divide la historia del pensamiento en tres etapas: teológica, metafísica y positiva. Según él, la humanidad debe dejar atrás las explicaciones metafísicas y adoptar una actitud científica que se limite a describir y prever los fenómenos. La metafísica es una fase intermedia superada, y debe ceder el paso al conocimiento empírico y útil.
Nietzsche
Realiza una crítica radical a toda la tradición metafísica occidental. Considera que la idea de un “mundo verdadero” (como el mundo de las Ideas de Platón o el más allá cristiano) es una invención que surge del resentimiento contra la vida. Esta creencia desprecia el mundo sensible, corporal y cambiante, y proyecta un ideal estático y falso. En el texto “Cómo el mundo verdadero acabó convirtiéndose en fábula”, Nietzsche presenta con ironía la historia del pensamiento metafísico como un proceso de decadencia que culmina en la desaparición de ese mundo imaginario. Frente a la negación de la vida, Nietzsche propone afirmar el devenir, el cuerpo y la tierra.
A lo largo de la unidad, iremos recorriendo estas ideas para poder analizarlas con profundidad, discutirlas y comprender cómo han influido en nuestra manera de entender la realidad.