Índice
Introducción
Este artículo se inscribe en el marco del «Tema 18: Los distintos planteamientos en torno al concepto de sustancia. Valoración crítica del concepto de causalidad«, parte del temario oficial de oposiciones de Filosofía. En este contexto, analizamos cómo la noción de ousía (sustancia) pretende dar cuenta de aquello que permanece bajo el cambio, es decir, el sustrato ontológico que garantiza la identidad del ser frente a la multiplicidad y el devenir. Aunque esta conceptualización alcanza su formulación técnica con Aristóteles, sus raíces se remontan a los intentos presocráticos de encontrar un arché primordial y a la reelaboración platónica del ser como ousía inteligible.
La historia de la filosofía occidental comienza con una pregunta fundamental: ¿qué es lo que verdaderamente existe? Esta pregunta atraviesa el pensamiento griego desde los primeros pensadores jonios hasta la madurez especulativa de Platón. En este trayecto conceptual, el paso del arché presocrático a la ousía platónica representa una transformación decisiva en la concepción del ser. Lejos de ser términos aislados, el arché y la ousía establecen un diálogo fecundo que revela la continuidad y ruptura en la forma de pensar la realidad. Este artículo examina la articulación entre ambos conceptos, destacando especialmente el tratamiento de la ousía en el Fedón, donde Platón propone una ontología que trasciende la sensibilidad sin perder contacto con las intuiciones presocráticas.
El arché presocrático: búsqueda del principio primordial
En el pensamiento presocrático, el término arché designa el principio originario, aquello de lo que todo procede y a lo que todo regresa. Este principio no es simplemente un comienzo cronológico, sino una causa ontológica fundamental. Tales de Mileto identificó el arché con el agua, Anaxímenes con el aire, y Heráclito con el fuego. Para Anaximandro, el principio no podía ser ningún elemento físico determinado, sino el apeiron (lo indeterminado).
Estos pensadores no estaban simplemente buscando un componente material, sino algo que diera cuenta de la permanencia en medio del cambio. La formulación de un arché implicaba ya una intuición de la unidad subyacente en la multiplicidad fenoménica. En este sentido, el arché puede entenderse como una especie de proto-ousía: no se trata todavía de una sustancia en sentido pleno, pero sí de una entidad fundante, anterior y más real que los entes particulares.
Parménides y la consolidación del ser como ousía
El punto de inflexión en la filosofía presocrática lo representa Parménides, quien afirma que «el ser es y el no-ser no es». Con Parménides se produce una mutación radical: el ser ya no se busca en un principio material sino en la identidad misma del ser como tal. Esta afirmación ontológica inaugura una nueva comprensión de la realidad: lo real debe ser uno, inmutable y eterno. En este sentido, Parménides introduce una concepción del ser que se aproxima más directamente a la idea de ousía, entendida como lo que verdaderamente es.
Sin embargo, esta ousía parmenídea es estática y excluye la diversidad y el devenir. Ello genera una tensión con la experiencia sensible, que Platón intentará resolver en su filosofía, especialmente en el Fedón, mediante la introducción de las Ideas.
La ousía en el Fedón: realidad inteligible y fundamento del conocimiento
En el Fedón, diálogo que relata los últimos momentos de Sócrates antes de su muerte, Platón desarrolla una ontología dualista: distingue entre el mundo sensible, cambiante y engañoso, y el mundo inteligible, eterno e inmutable. Las Ideas (eidos) constituyen la verdadera ousía, la sustancia plena y verdadera. Como dice Sócrates: «Lo bello en sí, lo bueno en sí, lo justo en sí… cada uno de ellos es una Idea que existe por sí misma» (Fedón, 100b).
Esta ousía platónica no es accesible a los sentidos, sino al alma mediante la razón. La teoría de la reminiscencia (anamnesis), también desarrollada en el Fedón, sostiene que el alma, al haber contemplado las Ideas antes de encarnarse, puede recordarlas y acceder al conocimiento verdadero. La ousía es, pues, el fundamento de la posibilidad misma del saber. Así, Platón otorga a la ousía un estatuto epistemológico y ontológico superior al del arché presocrático.
Continuidad y ruptura entre arché y ousía
La relación entre el arché presocrático y la ousía platónica puede entenderse como una línea de desarrollo continuo pero con momentos de ruptura. Existe continuidad en la medida en que ambos conceptos buscan un fundamento último y universal de la realidad. Sin embargo, también hay ruptura: el arché se inscribe dentro de una cosmología física, mientras que la ousía platónica se instala en una metafísica del ser inteligible.
Podríamos decir que Platón espiritualiza la búsqueda presocrática. La materia primera deja paso a una realidad ideal. Pero el impulso filosófico de hallar una unidad fundante se mantiene. La ousía platónica no puede entenderse sin el legado de los primeros pensadores. De hecho, la teoría de las Ideas puede verse como una respuesta a los problemas irresueltos de la filosofía anterior: el devenir de Heráclito, la unidad de Parménides y la pluralidad de los pluralistas (Empédocles, Anaxágoras).
Conclusión
La transición del arché presocrático a la ousía en el Fedón de Platón marca un momento crucial en la historia de la filosofía. No se trata simplemente de un cambio terminológico, sino de una transformación profunda en la manera de concebir el ser. La ousía platónica recoge y supera la intuición presocrática de un principio último, trasladándolo del plano material al inteligible. Comprender esta evolución es esencial para captar el sentido de la ontología antigua y sus proyecciones posteriores.