Estatua de Platón

La evolución de la idea de «conciencia»

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Introducción

La conciencia ha sido un concepto central en la historia de la filosofía, evolucionando a lo largo del tiempo desde una visión introspectiva y moral hasta una construcción social e histórica. Su significado ha variado según los distintos contextos filosóficos, reflejando las preocupaciones y enfoques predominantes en cada época. Desde la Antigüedad hasta la contemporaneidad, pensadores como Sócrates, Platón, Descartes, Locke y Nietzsche han aportado perspectivas fundamentales sobre la naturaleza de la conciencia, su relación con la identidad y su papel en la vida moral y social. Este recorrido histórico permite comprender cómo se han forjado nuestras concepciones actuales sobre la conciencia y su influencia en la filosofía y en la cultura contemporánea. Este tema se enmarca en la SA 1 (Los métodos filosóficos y el enigma de la conciencia) de 1º de bachillerato.

1. Antigüedad: El Origen del Concepto

La noción de conciencia surge en la filosofía antigua como parte del esfuerzo por comprender la naturaleza del ser humano y su relación con el conocimiento y la verdad. En este periodo, dos de los pensadores más influyentes, Sócrates y Platón, abordaron la conciencia desde perspectivas que marcaron el desarrollo posterior del concepto.

Sócrates y la Conciencia como Voz Interna

Sócrates concibe la conciencia como una voz interna, un «daimon» que le advierte sobre la corrección o incorrección de sus actos. Este concepto está estrechamente ligado a su método filosófico, basado en el autoconocimiento y la búsqueda de la verdad a través del diálogo. Sócrates describía el «daimon» como una presencia divina o una especie de intuición moral que le indicaba cuándo debía abstenerse de ciertas acciones, pero sin imponerle mandatos positivos. No se trataba de una divinidad en sentido tradicional, sino de una manifestación de la razón y la conciencia ética en su interior. Para Sócrates, esta voz interna permitía al individuo examinar sus propias acciones y tomar decisiones alineadas con la virtud y la justicia, lo que reforzaba su idea de que una vida no examinada no merece ser vivida.

Platón: Dualismo y Conciencia del Alma

Platón desarrolla la idea de la conciencia en el marco de su teoría del dualismo alma-cuerpo. Para él, la conciencia es la capacidad del alma inmortal para reconocer su propia naturaleza y recordar las ideas eternas. En su «Mito de la Caverna», Platón ilustra cómo la conciencia puede elevarse desde la ignorancia hasta el conocimiento verdadero a través de la razón.

2. Edad Media y Escolástica: Conciencia y Trascendencia

Durante la Edad Media, la filosofía cristiana integró la noción de conciencia con la teología, reinterpretándola a la luz de la doctrina cristiana. Se entendió la conciencia como un don divino que permitía al ser humano discernir entre el bien y el mal, vinculándola a la noción de ley natural. La conciencia se concebía como un reflejo de la voluntad de Dios en el interior del individuo, funcionando como una guía moral interna iluminada tanto por la razón como por la fe. Santo Tomás de Aquino fue una de las figuras más relevantes en esta evolución, sistematizando la relación entre conciencia, razón y teología en su obra filosófica y teológica.

Santo Tomás de Aquino y la Conciencia Moral

Para Santo Tomás, la conciencia es el tribunal interno del ser humano, que juzga sus acciones en función de la ley natural. Influenciado por Aristóteles, Tomás de Aquino sostiene que la conciencia se basa en la razón iluminada por la fe. En este sentido, la conciencia moral no solo es una facultad racional, sino también una guía divina que permite distinguir el bien del mal.

3. Modernidad: De la Subjetividad Cartesiana a la Crítica Empirista

Con la llegada de la modernidad, la conciencia se convierte en el centro del pensamiento filosófico, especialmente con el racionalismo de Descartes y el empirismo de Locke.

Descartes: La Conciencia como Certeza Absoluta

René Descartes revoluciona el concepto de conciencia al situarla como el fundamento del conocimiento. En su «Discurso del Método», formula su famosa afirmación «pienso, luego existo» (cogito, ergo sum). Para Descartes, la conciencia es la única certeza indudable y la base de toda verdad, ya que el pensamiento es lo único que no puede ser puesto en duda. En este sentido, la razón juega un papel central como facultad de la mente, ya que es a través de ella que el sujeto puede analizar, deducir y reconstruir su conocimiento con base en principios claros y distintos. La razón, como criterio de certeza, permite al individuo distinguir entre lo verdadero y lo falso, estableciendo así la conciencia como el eje de la identidad y el conocimiento humano.

Mientras que en otras filosofías la conciencia individual es concebida como un tribunal interno que dicta juicios morales o como un vínculo con lo trascendental, en el racionalismo cartesiano la razón ocupa ese lugar. Descartes no se apoya en una instancia moral interior ni en una voz divina, sino en la claridad y distinción de la razón como criterio absoluto de verdad. En este sentido, la razón desempeña el rol que en la filosofía medieval jugaba la conciencia moral como vínculo con la ley natural, o que en Nietzsche se entendería como la construcción social del pensamiento. Así, el racionalismo cartesiano inaugura una concepción de la conciencia basada en la autonomía del sujeto pensante y en su capacidad de construir el conocimiento a partir de principios puramente racionales.

Locke: Conciencia e Identidad Personal

John Locke introduce una visión empirista de la conciencia, vinculándola a la memoria y la continuidad del yo. Según Locke, la identidad personal no reside en una sustancia inmutable, sino en la capacidad de recordar experiencias pasadas. Así, la conciencia se define por la memoria y la acumulación de experiencias a lo largo del tiempo. Esto significa que la identidad personal no es una esencia fija, sino un proceso dinámico que depende de la percepción y el recuerdo de uno mismo. Para Locke, la conciencia actúa como un hilo conductor que unifica las vivencias pasadas con la experiencia presente, permitiendo la autopercepción y el sentido de continuidad a lo largo del tiempo. Sin este vínculo entre la memoria y el yo, la identidad se desvanecería, haciendo imposible la noción de responsabilidad moral y legal. Este enfoque influyó en debates posteriores sobre la naturaleza de la identidad personal, incluyendo reflexiones contemporáneas sobre la memoria, la neurociencia y la inteligencia artificial.

4. Nietzsche: La Crítica de la Conciencia Tradicional

Friedrich Nietzsche desafía la concepción clásica de la conciencia, rechazando la idea de que sea una entidad fija o trascendental. Según Nietzsche, la conciencia es un producto de la evolución y de las estructuras sociales, moldeada por intereses históricos y valores dominantes. En su crítica a la moral cristiana y a la metafísica occidental, sostiene que la conciencia no es una facultad autónoma, sino un resultado de la internalización de normas impuestas por la sociedad. Los valores recibidos juegan un papel crucial en la configuración de la conciencia individual, ya que determinan el marco dentro del cual los individuos interpretan sus acciones y decisiones. Nietzsche advierte que estos valores han sido históricamente utilizados para domesticar y controlar la voluntad humana, promoviendo la sumisión en lugar de la afirmación de la vida. Por ello, aboga por una reevaluación de los valores heredados, instando a cada individuo a crear sus propias jerarquías morales que favorezcan su desarrollo y plenitud existencial.

Conclusión

A lo largo de la historia, la idea de conciencia ha experimentado múltiples transformaciones, pasando de ser una guía interna moral a convertirse en un producto de la razón o de las estructuras sociales. Mientras que en la Antigüedad la conciencia estaba vinculada al autoconocimiento y a la inmortalidad del alma, en la modernidad se convirtió en la base de la identidad personal y del conocimiento. En la contemporaneidad, Nietzsche desmitificó su carácter absoluto, señalando su origen histórico y su relación con los valores sociales. Comprender esta evolución nos permite reflexionar sobre nuestra propia conciencia y el papel que juegan en ella la razón, la memoria y la cultura en la configuración de nuestra identidad y visión del mundo.

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