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Introducción
David Hume es, sin duda, uno de los pensadores más influyentes de la filosofía moderna. Su enfoque empírico y escéptico marcó un antes y un después en la forma en que la filosofía occidental se enfrenta a cuestiones fundamentales, entre ellas, la existencia de Dios. En este artículo analizaremos con rigor la postura de Hume ante la cuestión de Dios, abordando tanto su agnosticismo como su crítica a los argumentos clásicos de la teología natural. Comprender su pensamiento permite no solo situarlo en el contexto de la Ilustración, sino también valorar su influencia en debates contemporáneos sobre religión y razón.
El marco filosófico de Hume: empirismo y escepticismo
Para entender la posición de Hume ante la cuestión de Dios, es necesario partir de su marco filosófico general. Hume fue un empirista radical: sostenía que todo conocimiento deriva de la experiencia sensible. Como él mismo afirmaba en su Tratado de la naturaleza humana (1739), «toda idea compleja proviene de impresiones simples». De esta manera, cualquier afirmación que pretenda decir algo verdadero sobre el mundo debe poder remitirse a impresiones sensibles. Si no puede hacerse, esa afirmación es, en sus palabras, «sofisma o ilusión».
Este empirismo lo conduce a un escepticismo metódico. Hume duda de la posibilidad de demostrar verdades metafísicas absolutas. En este sentido, su crítica a la religión se inserta en un proyecto más amplio: limitar las pretensiones del conocimiento humano. Como veremos, esta limitación es clave para entender su crítica a los argumentos teístas.
Hume y la crítica a los argumentos tradicionales de la existencia de Dios
Uno de los aspectos más importantes del pensamiento de Hume es su análisis de los argumentos clásicos que pretenden demostrar racionalmente la existencia de Dios. Estos argumentos —el cosmológico, el ontológico y el teleológico— fueron blanco de sus críticas.
Crítica al argumento cosmológico
El argumento cosmológico sostiene que todo efecto tiene una causa, y que si seguimos esta cadena causal llegamos a una causa primera: Dios. Hume objeta esta lógica en sus Diálogos sobre la religión natural (1779). Allí, mediante el personaje de Philo, sostiene que la inferencia de una causa primera es ilegítima. En primer lugar, porque el principio de causalidad no puede aplicarse más allá de la experiencia; en segundo lugar, porque el paso de lo finito a lo infinito (de causas naturales a una causa divina) no está justificado.
Rechazo del argumento ontológico
Aunque Hume no dedica muchas páginas al argumento ontológico, su empirismo lo hace incompatible con esta forma de razonamiento. El argumento ontológico parte de una definición de Dios como ser perfecto cuya existencia es necesaria. Pero para Hume, la existencia nunca puede deducirse del mero análisis lógico. Como afirma en el Tratado, «nada que podamos concebir como existente puede concebirse como no existente». Por tanto, no hay contradicción en negar la existencia de Dios, lo cual socava el argumento ontológico.
Crítica al argumento del diseño
Tal vez la crítica más célebre de Hume es la que realiza contra el argumento teleológico o del diseño, que sostiene que el orden del mundo prueba la existencia de un diseñador. En los Diálogos, Philo desmonta esta idea al mostrar que la analogía entre el mundo y una máquina es arbitraria. Además, incluso si aceptáramos la analogía, no llevaría necesariamente a un Dios perfecto, sino tal vez a múltiples dioses, o a un dios imperfecto. La idea de un diseñador supremo queda así desestabilizada.
El agnosticismo filosófico de Hume
A menudo se dice que Hume es un «agnóstico» antes del término. No niega categóricamente la existencia de Dios, pero afirma que esta está más allá de las posibilidades del conocimiento humano. Esta postura se enmarca en su escepticismo: no tenemos impresiones sensibles de Dios, por tanto, no podemos hablar con sentido de su existencia. «Un argumento no es menos que una religión cuando va más allá de la experiencia».
En este sentido, su agnosticismo es un corolario de su epistemología. No se trata de un rechazo emocional o visceral, sino de una conclusión racional basada en los límites del conocimiento. Hume no propone un ateísmo militante, sino un rechazo a la teología racional como ciencia legítima.
Impacto y recepción del pensamiento de Hume
La influencia de Hume en la filosofía posterior es inmensa. Kant declaró que fue Hume quien lo «despertó de su sueño dogmático». En el siglo XIX, su escepticismo fue retomado por pensadores como John Stuart Mill, mientras que en el XX influyó en el positivismo lógico, que adoptó su principio de verificabilidad empírica.
En el ámbito contemporáneo, muchos debates sobre la racionalidad de la fe, el estatus epistémico de las creencias religiosas y la crítica a los «nuevos ateos» (como Dawkins o Harris) retoman argumentos ya presentes en Hume. Su legado permanece como un hito en la discusión sobre la religión.