Comentario de texto resuelto Kant

La «sustancia» como una categoría en la filosofía kantiana

Introducción: El lugar de la categoría de sustancia en el sistema crítico

En la historia de la filosofía, pocas nociones han sido tan persistentes y problemáticas como la de sustancia. Desde Aristóteles hasta Descartes y Locke, la sustancia ha sido considerada el soporte último de los accidentes, aquello que permanece bajo el cambio. Sin embargo, Immanuel Kant revoluciona esta concepción en la Crítica de la razón pura al integrar la idea de sustancia en su sistema trascendental. En lugar de considerarla una realidad ontológica independiente, Kant la aborda como una categoría del entendimiento: una forma pura a priori mediante la cual organizamos la experiencia. Comprender esta reconfiguración es fundamental para captar el alcance de su revolución copernicana en filosofía.

El giro trascendental y las categorías del entendimiento

Kant propone que el conocimiento empírico no es simplemente una copia pasiva de la realidad, sino una síntesis activa de datos sensibles por parte de nuestras facultades cognitivas. En este marco, las categorías son conceptos puros del entendimiento que estructuran la experiencia. Estas categorías no provienen de la experiencia, sino que la hacen posible. En total, Kant identifica doce categorías que agrupa en cuatro clases: cantidad, cualidad, relación y modalidad. La sustancia aparece dentro del grupo de las categorías de relación, junto con causalidad y comunidad.

La función de estas categorías es ordenar el flujo fenoménico para que podamos tener una experiencia objetiva. En este sentido, las categorías no describen el mundo en sí (el noúmeno), sino la manera en que nuestra mente puede conocerlo (el fenómeno). De este modo, Kant mantiene su distinción fundamental entre lo que podemos conocer y lo que excede nuestra capacidad de conocimiento. [Ver también: La distinción entre fenómeno y noúmeno.]

La categoría de sustancia y la permanencia en el tiempo

Dentro de este sistema, la sustancia cumple un papel crucial: es la condición de posibilidad para la experiencia de la permanencia. Mientras que los accidentes cambian, la sustancia es aquello que persiste. Kant lo expresa de forma clara en la «Analogía de la experiencia» dentro de la Analítica trascendental. Allí sostiene que «en todos los cambios del mundo fenoménico, la sustancia permanece, y lo que cambia son sus estados».

Esta permanencia no es una afirmación metafísica sobre lo que es el mundo, sino una condición necesaria para poder percibir cualquier cambio. Para que algo cambie, tiene que haber algo que se mantenga como fondo: sin esa permanencia, el cambio mismo se disolvería en una serie inconexa de sensaciones. Por eso, Kant argumenta que la experiencia de la temporalidad exige la aplicación de la categoría de sustancia. Esta categoría se refiere, por tanto, a una estructura a priori de la percepción objetiva.

Diferencias con la concepción clásica de sustancia

La ruptura de Kant con la tradición metafísica es clara. En Aristóteles, la sustancia era la esencia de los entes individuales, aquello que tenía ser en sí mismo (ousia). En Descartes, la sustancia se identificaba con la res cogitans y la res extensa; en Spinoza, con la única realidad divina de la que todo lo demás es modo. Para Kant, en cambio, no podemos conocer ninguna sustancia como tal en sí misma, sino solo en cuanto función categorial que hace posible la experiencia.

No hay que entender esto como un rechazo del concepto de sustancia, sino como su reinscripción en una nueva arquitectura filosófica. La sustancia sigue siendo necesaria, pero no como realidad independiente sino como estructura formal del conocimiento. Es una «ilusión trascendental» pensar que la sustancia que experimentamos corresponde a una realidad en sí. Esto tiene profundas implicaciones para la metafísica, que Kant redefine como una investigación crítica de las condiciones del conocimiento a priori.

Implicaciones epistemológicas de la sustancia kantiana

Una de las consecuencias más importantes del planteamiento kantiano es que el concepto de sustancia no tiene validez más allá de la experiencia posible. No podemos afirmar que exista una sustancia en el sentido metafísico clásico, porque eso iría más allá de los límites de la razón pura. En cambio, lo que sí podemos afirmar es que la categoría de sustancia es indispensable para organizar los datos sensibles de forma coherente.

Esto también implica una redefinición del concepto de «objeto». Un objeto no es una cosa en sí misma, sino una unidad de experiencia organizada mediante las categorías. Como afirma Kant: «El objeto es aquello en el concepto del cual se reúne la diversidad de la intuición». Sin la categoría de sustancia, no habría ningún marco permanente en el que ubicar los cambios fenoménicos. Así, la sustancia se convierte en una estructura trascendental de la objetividad misma.

Vinculación con otras categorías: causalidad y comunidad

La categoría de sustancia está íntimamente relacionada con las otras categorías de relación: causalidad y comunidad. No puede haber relación causal sin una sustancia que permanezca, del mismo modo que no puede haber interacción entre sustancias sin un marco común. Esta interdependencia muestra que las categorías no operan de forma aislada, sino en conjunto. La experiencia coherente del mundo requiere todas estas estructuras simultáneamente.

De hecho, Kant argumenta que el tiempo mismo no puede ser experimentado directamente, sino solo a través de la permanencia (sustancia), la sucesión (causalidad) y la simultaneidad (comunidad). Estas tres «analogías de la experiencia» conforman la base de la temporalidad empírica. La sustancia, entonces, es una pieza central de ese engranaje que permite a la mente ordenar el flujo continuo de la experiencia sensible.

Conclusión: la sustancia como noción estructurante del conocimiento

La categoría de sustancia, en la filosofía kantiana, no es un vestigio de la metafísica precrítica, sino una herramienta indispensable para estructurar la experiencia. Su función no es ontológica, sino epistemológica: permitir que los fenómenos se organicen de forma tal que podamos tener una experiencia coherente del mundo. Al redefinir la sustancia como condición trascendental de la permanencia, Kant transforma uno de los conceptos más antiguos de la filosofía en una pieza clave de su filosofía crítica.

Esto no solo cambia nuestra comprensión del conocimiento, sino que marca un punto de inflexión en la historia de la filosofía. Frente a la metafísica dogmática, Kant propone una filosofía que investiga no lo que hay, sino cómo es posible conocerlo. En este giro, la sustancia deja de ser una entidad para convertirse en una condición.

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