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El agnosticismo de Protágoras: entre la duda religiosa y el relativismo del conocimiento

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Introducción

Protágoras de Abdera (c. 490 – c. 420 a.C.) es una de las figuras más influyentes y, al mismo tiempo, más controvertidas de la sofística griega. Su pensamiento se sitúa en una encrucijada clave de la historia de la filosofía occidental: el paso de la cosmovisión tradicional, centrada en la mitología y la religión, hacia una actitud crítica, racional y humanista. En este contexto, su célebre afirmación sobre la imposibilidad de conocer a los dioses ha sido interpretada como una de las primeras manifestaciones de agnosticismo religioso en la filosofía antigua. Pero su postura va más allá de la teología: implica una reflexión radical sobre los límites del conocimiento humano y el papel del sujeto en la construcción de la verdad.

Este texto analiza el agnosticismo de Protágoras desde una doble perspectiva: como crítica epistemológica aplicada a las creencias religiosas y como formulación de un relativismo gnoseológico que desafía las nociones absolutas de verdad.

El fragmento agnóstico: “Sobre los dioses”

La fuente principal de la postura agnóstica de Protágoras proviene de un fragmento atribuido a su tratado Sobre los dioses, citado por Diógenes Laercio:

“Sobre los dioses no puedo saber ni que existan ni que no existan, ni qué forma tienen, porque hay muchas cosas que impiden saberlo: la oscuridad del asunto y la brevedad de la vida humana.”

Esta afirmación, que según algunas fuentes le costó el exilio y la quema de sus obras en Atenas, constituye una declaración filosófica de gran calado. Protágoras no niega la existencia de los dioses —lo cual sería una forma de ateísmo—, sino que suspende el juicio por falta de evidencias suficientes. Esta actitud recuerda en muchos aspectos al agnosticismo moderno tal como lo formuló Thomas Huxley más de dos mil años después: una postura intelectual basada en el reconocimiento de los límites del conocimiento humano, especialmente en lo que atañe a las realidades trascendentes o inobservables.

El valor filosófico de este fragmento reside en su honestidad epistemológica: frente a la tradición mítica que afirmaba con rotundidad la existencia y naturaleza de los dioses, Protágoras introduce una duda metódica que pone en cuestión tanto la autoridad religiosa como la posibilidad de una metafísica afirmativa.

Relativismo gnoseológico: “El hombre es la medida de todas las cosas”

Además del pasaje sobre los dioses, la doctrina más famosa de Protágoras es su conocida sentencia:

“El hombre es la medida de todas las cosas: de las que son en tanto que son, de las que no son en tanto que no son.”

Esta afirmación es una formulación clásica del relativismo gnoseológico, según el cual el conocimiento y la verdad no son absolutos ni universales, sino que dependen del sujeto que conoce. En otras palabras, no hay una realidad objetiva independiente del observador; toda percepción, juicio o afirmación está condicionada por el punto de vista humano.

Esta idea ha sido interpretada de diversas maneras. En un sentido más moderado, puede entenderse como una reivindicación del papel activo del ser humano en la construcción del conocimiento. En un sentido más radical, implica que cada individuo tiene su propia verdad, lo que lleva a un pluralismo cognitivo difícilmente reconciliable con cualquier criterio de objetividad universal.

Este relativismo no se aplica únicamente a las afirmaciones sensoriales o empíricas, sino también a las creencias morales, políticas y religiosas. Por tanto, la imposibilidad de conocer a los dioses se inscribe en una crítica más amplia: la que pone en cuestión todas las pretensiones de verdad absoluta, ya vengan de la religión, de la tradición o de la filosofía dogmática.

Agnosticismo y sofística: crítica a la tradición y pedagogía de la duda

Protágoras es considerado uno de los principales sofistas, un grupo de pensadores itinerantes que enseñaban retórica, política y filosofía a cambio de una remuneración. La sofística fue duramente criticada por Platón, quien veía en ella una amenaza para la verdad objetiva y para la educación ética del ciudadano.

Sin embargo, desde una lectura contemporánea, los sofistas —y Protágoras en particular— pueden ser vistos como precursores del pensamiento crítico, que ponen en cuestión las verdades heredadas y exigen razones antes que creencias. Su agnosticismo no es una evasión del pensamiento, sino una forma de autonomía intelectual, que reconoce los límites del saber y propone una pedagogía basada en el diálogo, la argumentación y la tolerancia.

El agnosticismo de Protágoras, entendido en este contexto, se convierte así en una herramienta filosófica para la emancipación del pensamiento. En lugar de ofrecer respuestas definitivas, plantea preguntas incómodas; en lugar de reafirmar dogmas, invita a explorar la complejidad del mundo y la fragilidad de nuestras certezas.

Conclusión

El agnosticismo de Protágoras constituye una de las primeras grandes rupturas con el pensamiento tradicional en la historia de la filosofía occidental. Su afirmación de que no puede saberse nada sobre los dioses inaugura una actitud crítica que será retomada por escépticos, empiristas y racionalistas a lo largo de los siglos. Vinculado a su relativismo gnoseológico, esta postura desafía la idea de una verdad única y propone una concepción plural y humana del conocimiento.

Más que un mero antecedente histórico, el pensamiento de Protágoras sigue siendo actual: en una época marcada por la proliferación de creencias enfrentadas y verdades absolutas, su agnosticismo nos recuerda la importancia de la duda, la humildad intelectual y la responsabilidad del juicio propio.

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