Byung-Chul Han y la agonía del eros: ¿por qué ya no sabemos amar?

Introducción

Vivimos en una época marcada por la conexión constante, la positividad omnipresente y la productividad sin descanso. Sin embargo, en medio de tanta comunicación, parece que hemos olvidado cómo amar. Esta es la tesis central que desarrolla Byung-Chul Han en La agonía del eros, una obra breve pero profunda que diagnostica una de las enfermedades más sutiles de nuestro tiempo: la desaparición del otro como alteridad radical. En este artículo exploramos las ideas principales de este ensayo filosófico, que se ha convertido en una referencia clave para pensar la subjetividad contemporánea y las patologías del amor en el capitalismo tardío.


El eros como fuerza trascendente

Para Han, el eros es más que deseo sexual: es una fuerza que nos lanza más allá de nosotros mismos, hacia el otro. En la tradición platónica, el eros aparece como una experiencia de elevación espiritual y de apertura al misterio. En este sentido, amar es exponerse a la herida de lo desconocido, dejarse afectar por la alteridad del otro, reconocer que hay algo que no podemos controlar ni consumir.

Sin embargo, según Han, en la sociedad neoliberal esta experiencia ha sido sofocada. Hemos sustituido el eros por el narcisismo, el otro por el reflejo de lo mismo. Las plataformas digitales, los algoritmos de compatibilidad y la hiperconectividad no fomentan el encuentro, sino la repetición de lo idéntico. En lugar de abrirnos a lo distinto, buscamos a quienes nos confirmen, a quienes refuercen nuestra imagen idealizada.


La positividad y la desaparición del otro

Uno de los conceptos clave en la filosofía de Han es el «exceso de positividad». Vivimos en una cultura que ha eliminado el conflicto, la negatividad, la tensión. Todo debe ser amable, fácil, eficiente. Esta lógica positiva también afecta al amor: ya no toleramos el dolor de la espera, la ambigüedad del deseo, la incertidumbre de la relación. Queremos resultados inmediatos, garantías afectivas, contratos sentimentales sin riesgos.

Esta desaparición del otro como misterio convierte al amor en un producto de consumo. Las relaciones se gestionan como proyectos personales, como inversiones emocionales. El otro ya no es alguien que me transforma, sino un recurso para mi autoafirmación. En este contexto, el eros pierde su poder disruptivo y se convierte en un simulacro de deseo.


La estetización del deseo

Otro aspecto fundamental que denuncia Han es la estetización del deseo. En una cultura dominada por la imagen, el cuerpo se convierte en objeto de exhibición y consumo. Las redes sociales fomentan una economía de la apariencia, donde el deseo ya no nace del encuentro real sino de la presentación cuidada y filtrada del yo.

Esta estetización tiene efectos devastadores sobre la experiencia amorosa: el otro se reduce a superficie, a imagen sin profundidad. Como advertía Jean Baudrillard, vivimos en la era de la simulación, donde lo real ha sido sustituido por representaciones. Han retoma esta idea para mostrar cómo el eros ha sido desactivado por un exceso de transparencia y disponibilidad.


El amor como resistencia

A pesar del diagnóstico sombrío, Han no propone una renuncia al amor, sino su recuperación. Frente a la sociedad de la positividad, el eros aparece como forma de resistencia. Amar es exponerse a la herida, al fracaso, a la transformación. En un mundo que nos invita a cerrarnos sobre nosotros mismos, amar es abrirse a la alteridad radical del otro.

Esta visión del amor como acto de resistencia nos conecta con otras críticas contemporáneas al neoliberalismo. Pensemos, por ejemplo, en las propuestas de Judith Butler sobre la precariedad y la interdependencia [enlace al artículo correspondiente], o en la crítica de Eva Illouz al amor como mercancía [enlace]. Todas estas aproximaciones coinciden en una misma intuición: que el amor es político, que no se puede separar de las condiciones materiales e ideológicas en las que se produce.


Conclusión

La agonía del eros es un texto breve pero contundente que nos obliga a repensar nuestra forma de relacionarnos con los demás. Byung-Chul Han nos confronta con una verdad incómoda: que en nuestra obsesiva búsqueda de conexión, hemos perdido la experiencia más fundamental de todas, la del encuentro real con el otro. Recuperar el eros no es un capricho romántico, sino una necesidad vital y política. En un mundo que nos convierte en productores de rendimiento y consumidores de afecto, amar sigue siendo un gesto radical.

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