Friedrich Nietzche método genealógico

Antología de textos SA2

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Descartes. Meditaciones metafísicas. “Meditación segunda”.

De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: “yo soy”, “yo existo”, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu. Ahora bien, ya sé con certeza que soy, pero aún no sé con claridad qué soy; de suerte que, en adelante, preciso del mayor cuidado para no confundir imprudentemente otra cosa conmigo, y así no enturbiar ese conocimiento, que sostengo ser más cierto y evidente que todos los que he tenido antes.

Por ello, examinaré de nuevo lo que yo creía ser, antes de incidir en estos pensamientos, y quitaré de mis antiguas opiniones todo lo que puede combatirse mediante las razones que acabo de alegar, de suerte que no quede más que lo enteramente indudable. Así pues, ¿qué es lo que antes yo creía ser? Un hombre, sin duda. Pero ¿qué es un hombre? ¿Diré, acaso, que un animal racional? No por cierto: pues habría luego que averiguar qué es animal y qué es racional, y así una única cuestión nos llevaría insensiblemente a infinidad de otras cuestiones más difíciles y embarazosas, y no quisiera malgastar en tales sutilezas el poco tiempo y ocio que me restan. […]

Por ello, examinaré de nuevo lo que yo creía ser, antes de incidir en estos pensamientos, y quitaré de mis antiguas opiniones todo lo que puede combatirse mediante las razones que acabo de alegar, de suerte que no quede más que lo enteramente indudable. Así pues, ¿qué es lo que antes yo creía ser? Un hombre, sin duda. Pero ¿qué es un hombre? ¿Diré, acaso, que un animal racional? No por cierto: pues habría luego que averiguar qué es animal y qué es racional, y así una única cuestión nos llevaría insensiblemente a infinidad de otras cuestiones más difíciles y embarazosas, y no quisiera malgastar en tales sutilezas el poco tiempo y ocio que me restan. […]

¿Qué soy, entonces? Una cosa que piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente. Sin duda no es poco, si todo eso pertenece a mi naturaleza. ¿Y por qué no habría de pertenecerle? ¿Acaso no soy yo el mismo que duda casi de todo, que entiende, sin embargo, ciertas cosas, que afirma ser ésas solas las verdaderas, que niega todas las demás, que quiere conocer otras, que no quiere ser engañado, que imagina muchas cosas —aun contra su voluntad— y que siente también otras muchas, por mediación de los órganos de su cuerpo? ¿Hay algo de esto que no sea tan verdadero como es cierto que soy, que existo, aun en el caso de que estuviera siempre dormido, y de que quien me ha dado el ser empleara todas sus fuerzas en burlarme? ¿Hay alguno de esos atributos que pueda distinguirse en mi pensamiento, o que pueda estimarse separado de sí mismo? Pues es de suyo tan evidente que soy yo quien duda, entiende y desea, que no hace falta añadir aquí nada para explicarlo. Y también es cierto que tengo la potestad de imaginar: pues aunque pueda ocurrir (como he supuesto más arriba) que las cosas que imagino no sean verdaderas, con todo, ese poder de imaginar no deja de estar realmente en mí, y forma parte de mi pensamiento. Por último, también soy yo el mismo que siente, es decir, que recibe y conoce las cosas como a través de los órganos de los sentidos, puesto que, en efecto, veo la luz, oigo el ruido, siento el calor. Se me dirá, empero, que esas apariencias son falsas, y que estoy durmiendo. Concedo que así sea: de todas formas, es al menos muy cierto que me parece ver, oír, sentir calor, y eso es propiamente lo que en mí se llama sentir, y, así precisamente considerado, no es otra cosa que “pensar”. Por donde empiezo a conocer qué soy, con algo más de claridad y distinción que antes.

Hume. Investigación sobre el entendimiento humano.

La identidad personal no se basa en una sustancia inmutable, sino en la relación que las percepciones tienen entre sí mediante el hábito de nuestra mente. Estas percepciones se suceden con rapidez y continuidad, y la imaginación las enlaza formando la ficción de un yo constante. La identidad, entonces, no es más que una etiqueta que imponemos a esta secuencia cambiante.

Nietzsche.

La genealogía de la moral

El hombre cree que tiene un yo inmutable porque necesita de un soporte estable para justificar su acción moral. Pero la idea de un yo fijo no es más que una construcción impuesta por los valores que deseamos perpetuar. La identidad no es un hecho, sino un devenir continuo, una serie de interpretaciones que cambian con el tiempo.

Más allá del bien y del mal.

El yo no es una entidad simple ni algo fijo, sino una multiplicidad de fuerzas en conflicto. Hablar de un yo unitario es una simplificación creada por la necesidad de coherencia, pero en realidad somos un campo de lucha entre impulsos diversos que cambian constantemente.

Sartre. El ser y la nada.

El hombre no tiene una esencia predefinida; se convierte en lo que elige ser. La existencia precede a la esencia, y por ello, somos absolutamente responsables de nuestra identidad. Cada acción, cada elección que realizamos, contribuye a definirnos, pero también nos condena a una libertad radical que puede resultar insoportable.

Ortega y Gassert. Meditaciones del Quijote.

Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo a mí mismo. El hombre no puede entenderse fuera del contexto en el que vive; su identidad es un proyecto continuo que depende tanto de sus decisiones como de las condiciones que lo rodean. La circunstancia no es una limitación, sino un elemento inseparable del yo.

Rorty. Verdad y progreso.

No podemos escapar de nuestra cultura para adoptar una perspectiva neutral o universal. Todo intento de superar los límites de nuestro contexto cultural fracasa, porque nuestras herramientas conceptuales y lingüísticas están arraigadas en tradiciones específicas. En lugar de buscar un fundamento externo, deberíamos abrazar nuestra contingencia y trabajar dentro de nuestra herencia cultural para mejorarla

Sherry Turkle. Alone together.

Construimos identidades en redes sociales que son versiones editadas y cuidadas de nosotros mismos. Estos yo digitales nos permiten experimentar con quiénes queremos ser, pero también nos alejan de explorar nuestra identidad real. Somos siempre una obra en progreso. Sin embargo, esta fragmentación puede llevarnos a una desconexión con nuestra experiencia auténtica, moldeada por la constante presión de la validación externa.

Simone de Beauvoir. El segundo sexo.

La humanidad es masculina, y el hombre define a la mujer no en sí misma, sino en relación con él; ella no es considerada un ser autónomo. ‘La mujer’, dice Aristóteles, ‘es una hembra incompleta’; es decir, que debe considerarse como una deformación que se produce en la especie humana. Santo Tomás de Aquino afirmó también que la mujer es un hombre incompleto, un ser accidental. Así, desde los tiempos más antiguos, el Otro fue constituido como un ser carente frente al hombre, quien ocupó siempre el lugar de lo esencial y lo absoluto. […]

No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psicológico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto intermediario entre el macho y el castrado que se califica como femenino. Solo la mediación de otro puede constituir a un individuo como Otro. En tanto que existe para sí, el niño no podría comprenderse como sexuado. Para la niña, como para el varón, no basta el dato inmediato de la existencia de los órganos sexuales; este dato solo tiene importancia dentro de una perspectiva ontológica, económica, social, una perspectiva que no depende de la experiencia individual sino de la historia.

Judith Butler. El género en disputa.

El género no debe ser entendido como una identidad estable; más bien, debe concebirse como una identidad tenuemente constituida en el tiempo, una identidad instituida mediante un estilo de acción. La ilusión de un yo interior inmutable es comprendida como el resultado de una estilización del cuerpo, una estilización que, a través de actos repetidos, dentro de un marco regulador altamente rígido, produce la apariencia de una sustancia duradera. De este modo, el género es performativo: no es algo que se es, sino algo que se hace, una acción que se repite.

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